Cuando al expresidente se le eriza el velcro de debajo de la nariz sale a pedir Guerra. O González. Y carga contra todo lo que se mueve con sus frases sorbidas. Con esa risa que suena a sirena de antidisturbios y ese castellano suyo que se parece cada vez más a su inglés. Ahora le ha dado por fustigar al Gobierno. Pero sólo para menospreciar a la oposición. Josemari es así.